Hace algunos años, nos desplazábamos caminando para llegar a algún lugar, la cosecha se recogía a mano, para comer carne había que ir de caza y los niños jugaban corriendo unos detrás de otros o detrás de una pelota. Actualmente, hemos llegado a algunos extremos de sacar la basura o comprar el pan en coche para recorrer 200 m, pasar horas delante de un televisor o videojuego e ir al supermercado a conseguir los alimentos necesarios para llenar la nevera y en muchos de los casos, acabar llenando la cesta de la compra con alimentos que no teníamos pensado coger, cayendo en las tentaciones preparadas por el establecimiento, donde terminamos comprando dulces y chocolatinas estratégicamente colocados para promover la compra compulsiva.
Toda esta falta de actividad física, unido a las comidas rápidas o precocinadas, hace que la obesidad se haya convertido en la pandemia del siglo XXI, considerándose una enfermedad metabólica detonante de otro tipo de enfermedades si no se le pone remedio.
Curiosidades
La obesidad en la infancia está teniendo un aumento paulatino en los países desarrollados. Puede darse por causas endocrinas en sólo un 1% de los casos o genéticas con hasta un 40% de posibilidades de ser obeso por cada uno de sus progenitores.
El peligro que lleva la obesidad infantil es la posibilidad de que un niño obeso se convierta en un adulto obeso. Cuanto mayor sea el niño obeso, mayores son las posibilidades de mantener esa obesidad.
Recientes estudios relacionan la obesidad con la contaminación, demostrando que existen agentes químicos obesógenos que pueden provocar un aumento del número de adipocitos y una mayor acumulación de grasa provocando obesidad. Estos agentes químicos, alteran el equilibrio energético, aumenta el almacenamiento de calorías y modifica los mecanismos de regulación del apetito y la saciedad. Algunos fármacos (tiazolidinadionas y olanzapina), pesticidas, cremas solares (benzofononas), cosméticos (estannanos de tributilina), champús (parabenes) y plásticos (bisfenol A, ftalatos) pueden contener este tipo de agentes químicos.
En conclusión, tanto la obesidad, como las enfermedades relacionadas, se pueden evitar o corregir con un cambio de hábitos saludables donde la alimentación sana y equilibrada y el ejercicio físico siguen teniendo su máxima importancia tras años de investigación.
En la obesidad infantil hay que estimular hábitos de vida saludable desde el colegio, disminuir el sedentarismo y la ingesta calórica, aumentar la actividad física y el gasto energético, aprendiendo sobre todo a diferenciar entre hambre y apetito.
©Derechos de autor. Todos los derechos reservados.
Necesitamos su consentimiento para cargar las traducciones
Utilizamos un servicio de terceros para traducir el contenido del sitio web que puede recopilar datos sobre su actividad. Por favor revise los detalles en la política de privacidad y acepte el servicio para ver las traducciones.